Dime cómo te llamas y te diré quién eres

 

¿Se ha puesto a pensar usted alguna vez en la cantidad de nombres que  recibimos a lo largo de nuestra vida? Sí, no abra los ojos ni arrugue la frente. Porque con el paso de los años somos algo más que una mezcla de nombres de pila como Luis, Rosa, Marta o Jorge, por poner ejemplos, y dos apellidos como Domínguez, Reyes, Santos o Pérez.

Cuando aún estamos en el vientre de nuestra madre, el vocabulario médico y científico nos designa con  vocablos como huevo, cigoto, feto, eso somos hasta que nacemos y entonces nos convertimos en el recién nacido, el lactante, el bebé, la criatura, el nené o el chichí. Luego nos inscriben y adoptamos 1 o 2 nombres y 2 apellidos que  serán nuestra identidad hasta que perezcamos, a no ser que cuando nos convirtamos en mayores de edad los cambiemos por otros que nos resulten más agradables.

Y así a medida que vamos creciendo nos conocen como el niño o la niña, el adolescente, el joven, en estas edades pueden surgir los alias o apodos, yo por ejemplo era “la pelá” para una de mis tías, en la primaria fui “la hormiguita” y “chivichana” por mi pequeña estatura, característica que aún me acompaña, después pasé a ser únicamente Lili y descubrí que en otro idioma me llamaba lirio.

Para nuestros familiares somos hijo, hermano, primo, nieto, sobrino, mami o papi, abuela o abuelo. Para muchas personas podemos ser el compañero, el colega, el amigo, tal vez seamos la pareja, el novio o la novia. Mientras para otros, solo seremos Fulanito de tal o Menganito de tal.

En esos años, podemos llamarnos el escolar, el pionero, el alumno, el estudiante, el universitario, y después quizás nos lleguen títulos como el Licenciado, el Máster, el Doctor, o nos pueden asignar el nombre de nuestras profesiones y oficios: psicólogo, médico, abogado, periodista, zapatero, contador, cuentapropista. Podemos asistir a algún evento y ser el participante, el ponente, el concursante, el invitado o el jurado. O a una actividad y ser el  público o el artista. En cuestiones sociales se nos puede nombrar habitante,  civil, ciudadano, poblador.

La lista se va extendiendo si recibimos algún servicio de salud y nos conocen como el paciente, si asistimos a un establecimiento nos convertimos en el cliente, el consumidor, el usuario, en los centros laborales somos el trabajador y si asumimos un cargo entonces nos transformamos en el director, el secretario, el administrador, el gerente, el presidente.

En las organizaciones políticas y de masas ocurre lo mismo, nos conocen como el militante, el cederista, la federada, el afiliado, el integrante o el miembro, por solo ofrecerles una muestra.

Un consejo: trate de no ser nunca reconocido como el incumplidor, el rezagado, el indisciplinado, el impuntual, el delincuente, el burócrata, el tacaño, el apático, o el antisocial en ninguno de los ambientes en que se desenvuelva.

Y por supuesto que si me pongo a mencionar todas las posibles denominaciones que pueden acompañarnos con el paso del tiempo, probablemente no acabaría en unos cuantos meses, así que le propongo a usted mismo seguir investigando, hacer su propio expediente de nombres y sabrá de cuántas maneras se le ha conocido desde que vino al mundo.

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